Programa 3 (16 Agosto 2020): Cátulo Castillo

 

Ovidio Cátulo González Castillo nació el 6 de agosto de 1906, pocos meses después de inaugurado el magnífico edificio de un Congreso que seguramente le iba a dar alegrías y tristezas, en un extraño país que a la vez miraba orgulloso a su futuro y tenía en su seno las injusticias y miserias que darían letra a nuestro poeta durante toda su vida. Símbolo de una supuesta democracia naciente, de un país pujante, también de una aristocracia que miraba a Europa, también soslayaba en su grandiosidad marcadas diferencias sociales. Ya en 1901 Bialet Massé había descripto la situación infrahumana de los asalariados en la Argentina. En 1912 los colonos arrendatarios de la pampa húmeda se revelaron en el grito de Alcorta cuando, trabajando de sol a sol, no tenían ni siquiera para pagar deudas. A mitad de ese camino nació este hombre casi renacentista, multifacético, compositor de música y poeta mayor del tango, hijo de un dramaturgo anarquista llamado José González Castillo. Cátulo quizás haya heredado de él la sensibilidad social y el dolor frente a la injusticia. Dicen que su padre quiso llamarlo Descanso Dominical pero no se lo permitieron en el registro civil. Este linaje quizás haya sido la marca de fábrica que lo llamaría a ser uno de los grandes poetas del tango. Pero además de poeta y músico, y al igual que aquel cajetilla que calzó de cross a guapos en Corrientes y Esmeralda, y que ese otro gran poeta que fue Celedonio Flores, Cátulo Castillo fue boxeador, y de los destacados. Pero fue grande como músico y docente, y más grande como poeta de las cosas pequeñas, y sobre todo de las cosas olvidadas y finales: Caminito del taller, Organito de la tarde, el último café, las tibias noches sobre la vereda de la infancia perdida para siempre, la niñez y la luna propia que alguien robó, el amor perdido que nació y murió en dos otoños, el amor que pasó solamente una vez en la vida, y por supuesto la última curda, la curda final.

La sensibilidad por los problemas sociales lo hizo comulgar con el justicialismo y lo condenó luego a un brutal ostracismo interior cuando un golpe militar quiso anular, infructuosamente, ese movimiento.

Cátulo Castillo nos dio algunas de las páginas más lindas del tango. Hoy lo evocamos en su música, en su poesía, y en esa sensibilidad.

 
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